Me gusta mucho la Salsa, la de vieja escuela como decimos nosotros, y me sorprendió mucho encontrar tantos lugares en Berlín en los que se puede ir a bailar un rato. Me parece encantador que a los alemanes también les guste tanto y disfruten bailando, pero yo no bailo con ellos, no nos podemos entender, por una parte, porque yo no aprendí Salsa en una academia, yo aprendí a pisotones y rodillazos, yo aprendí equivocándome "a las patadas" con mis primos y los amiguitos del barrio.
Por otra parte, porque personalmente cuando suena Gitana de Willie Colón, yo lo que quiero es que alguien me agarre fuerte y me susurre la canción al oído y que bailemos despacito mientras suena la música, o cuando suena Rebelión de Joe Arroyo se me revuelca algo por dentro porque es una canción sobre la esclavitud, “una historia nuestra”, y no, no quiero dar vueltas y exhibirme para mostrar que se hacer las piruetas más complicadas que se me ocurren, porque yo no sé dar vueltas, lo admito. Sé que es culpa nuestra, de los latinos, que no les explicamos que no se trata de dar volteretas, y seguir los pasos sin más, que se trata de un ritual social, para conocer a alguien, para sacar a bailar la chica que te gusta y que ese momento, en el que el chico que te gusta te pide bailar con él, rezas para que suene La temperatura de los hermanos Lebron y bailar bien apretados. Bailan todas las canciones igual porque no les dijimos nada. Muchos alemanes que aprenden a bailar salsa, también saben español y pueden comprender el sentido de las canciones, que no están ahí como mero acompañamiento musical para girar en torno al compañero de baile.